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jueves, 30 de diciembre de 2010

ESCEPTICISMO Y ESPERANZA

Nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”

Ramón de Campoamor

La conocemos todos. Hemos crecido con ella...y la hemos convertido en una frase tópica. Y, sin embargo, es una frase fundamental para el entendimiento de la Humanidad, del mundo, para el respeto a la diversidad, a las ideas de todos. Es, junto la conocida frase de Ortega y Gasset “yo soy yo y mis circunstancias” uno de los conceptos que nos deberían acompañar siempre. Y antes que a nadie a los políticos, a los proselitistas de cualquier ideología, a los detentadores de esas verdades absolutas que, según ellos, no admiten discusión. Sí, deberíamos, al acabar el año, pensar si las palabras son más importantes en las preguntas o en las respuestas. Qué bonito sería dejar de dar lecciones a los otros sobre lo que es bueno o malo, lo que hay o no hay que hacer, quien tiene o no la culpa. Estaría bien que, para el próximo año, respetáramos más y pontificáramos menos. Que escuchemos antes de hablar. Y, sobre todo, que, lo que hablemos, sea para comunicarnos de verdad e intentar aportar algo a los otros. Es un buen propósito…pese a que algunos, al nivel de ciertos deseos, nos acompañe un cierto escepticismo.

Port

(Os paso el texto completo de Campoamor)

Busqué la ciencia, y me enseñó el vacío.
Logré el amor, y conquisté el hastío.
¡Quién de su pecho desterrar pudiera,
la duda, nuestra eterna compañera!.
¿Qué es preciso tener en la existencia?
Fuerza en el alma y paz en la conciencia.
No tengáis duda alguna:
felicidad suprema no hay ninguna.
Aunque tú por modestia no lo creas,
las flores en tu sien parecen feas.
Te pintaré al andar
la rueda de la vida::
Pecar, cumplir la penitencia
y, luego, vuelta siempre a empezar.
En este mundo traidor…
nada es verdad, ni mentira,
todo es según el color
del cristal con que se mira.

(
Ramón de Campoamor, de su obra Humoradas)

domingo, 21 de noviembre de 2010

SINFONIA DEL NUEVO MUNDO

Estamos en el futuro, en un nuevo mundo. Y eso es lo que hay que tener en cuenta. Se acaba el tiempo de la lectura tradicional y callada, aunque no del libro. La revolución tecnológica suprimirá determinados hábitos y traerá otros. No hemos llegado ni tarde ni pronto. Simplemente el pasado siglo XX fue el de la lectura masiva en papel. Y el siglo XXI ha traído el ordenador y máquinas con múltiples posibilidades. Y con ellas, nuevas generaciones que sólo se comunicarán a partir de otras formas directas y aparentemente mágicas de relación, formas electrónicas, que sin embargo, pueden transmitir muchas otras cosas y de modo más inmediato que los soportes tradicionales. El mundo, tal y como se entendía y se conocía, se ha acabado. Y da lo mismo que te llames Brines que Lorca, Saramago ó Perez Reverte. El concepto de "fama" literaria, de los escritores como mitos, está finiquitado. Sólo una Literatura que sea mezcla y colisión, que sea múltiple en formas y contenidos, que asuma el arte, todas las artes, y los nuevos modos de expresión y comunicación, tendrá hueco. Lo demás, esos conceptos tan arraigados de posteridad y reconocimiento se quedarán en frustración de la vanidad, perdidos en el mar de los absurdos egos. Ese anclaje pretérito que creíamos necesario para ocupar un lugar que nosotros, los escritores, pensábamos que existía, es ya sólo referencia. Y ha dejado de ser importante. Ha dejado de ser realidad.

lunes, 11 de octubre de 2010

TEORÍA DEL SILENCIO

EL SONIDO DEL SILENCIO EN ORZEÁN

Todo blog es identidad primero y comunicación después. Y ambas cosas, para ser construidas, necesitan tiempo.

La reivindicación del silencio es la reivindicación del tiempo, o sea de la disponibilidad de cuerpo y alma, que supongo que son lo mismo, porque no conozco ningún caso en que ambos componentes del ser humano vivan por separado.

El silencio, comenté en otro apartado de Orzeán, es ausencia de ruido, no ausencia de palabras, ni de actitudes y conductas.

El silencio es, además, un gran compañero de la palabra escrita.

Tal y como yo lo entiendo es una continua reflexión. A veces como el agua de un lago, otras como el agua del mar.

Y también entraña acción. A veces como la arena del desierto, otras como la lava de un volcán .

El silencio es quietud, pero toda quietud es movimiento. Cuando permanecemos en un lugar, todo físico sabe que nos movemos con él. Nos movemos con el planeta por el universo. Y somos trasladados, entre las estrellas, a una velocidad de la que sorprende conocer su equivalencia.

De vez en cuando recibo algún archivo con una canción. Y algunas de esas canciones, de esa música, son el mejor ejemplo de cómo el silencio habla. Simon y Garfunkel lo sabían y llegaron a poner título a uno de sus temas con la expresión exacta de lo dicho: Los sonidos del silencio.

Yo, ahora, quiero traer aquí alguno de esos sonidos a través de otra canción universal que es para mí, la expresión pura de ese silencio, donde todo se dice, todo se cuenta. Es un tema, ya infinito, creado por John Lennon y que uno de nuestros compañeros/as de la comunidad inventada y existente de Orzeán ha colocado en su espacio.

El tema es Imagine. Y nos habla constantemente en el silencio necesario para comprender.

Escúchalo. Aunque lo hayas hecho antes mil veces. Sólo vete deteniendo en cada estrofa. Y después no lo olvides.

Todo consiste en poder sentir la respiración mientras caminas. Y hay muchas formas de andar. Incluso sin movernos.

Eso es lo que ocurre por aquí. Es lo que ocurre en este espacio hecho de sensaciones y de sueños en el que trato de ubicar la realidad.

domingo, 26 de septiembre de 2010

LA COMUNIDAD DE ORZEÁN

Resulta que Orzeán no es un lugar aislado. Sí, está entre las montañas de la mente y los ríos del corazón. Y su arquitectura es de piedra. Alrededor hay vegetación y quietud. Pero está lleno de vida. Porque, aunque sea un monasterio en el que se respetan las reglas del silencio, entre sus paredes habita una comunidad de seres humanos, hombres y mujeres, que, con sus pensamientos y actitudes, llenan de esa vida los viejos muros que contienen su espacio.
Hay un abad en Orzeán. Se llama Santiago, como el Apóstol, el que trajo a Hispania un nuevo mensaje guiado por las estrellas y se detuvo allí, en el Campus Stellae, seguramente más vacío, entonces, de viajeros y peregrinos. Es un monje tenaz y sabio, respetado y querido por el resto de los que allí habitan.
La comunidad de Orzeán pertenece a la orden benedictina, como ya sabéis por mi anterior entrada, y sigue la máxima “Ora et labora” aunando ambos conceptos en uno sólo: la escritura. Ahora me tiene a mí de transcriptor. Y de testigo de su existencia.
Un papel que conlleva una hermosa recompensa: los mensajes recibidos de dentro y de fuera de su ámbito. Ellos la recrean continuamente.

domingo, 4 de julio de 2010

ORZEÁN

“Nunca pensé que tendría que elegir entre vida personal y literatura, entre vida personal y comunicación”

Las celdas del monasterio son cálidas, porque dan calor y albergue al alma, la retienen y le dan espacio. Qué gran compañero es el silencio, qué gran compañera es la soledad. Cada mañana el sol entra callado por la pequeña ventana que da al huerto. Un huerto cuidado por los escasos monjes que aún quedan en este lugar, recóndito y perdido, de la montaña del pirineo navarro.

Mi padre siempre quiso entregarse a la vida contemplativa: “Sólo puedes encontrarte a ti mismo cuando has eliminado de tu vida el ruido, cuando puedes escuchar el silencio” El había estado rodeado toda su vida por ese ruido, ruido de voces y batallas, de normas y obligaciones, de deseos incumplidos, incluso el ruido de la vecindad, de la apariencia de amor y amistad. Murió sin haber cumplido su mayor deseo: ser monje. Sólo pudo ser soldado, al fin y al cabo como la mayoría de nosotros: soldado de la vida.

Sin embargo yo me he escapado a este lugar sin límites, a este recinto de piedra e historia, donde las aves saludan la claridad y la luna sella e ilumina la atmosfera en las noches. Me he escapado del ruido y solo escucho el rumor del aire, el rumor de una cascada penitente, del agua que discurre en caída salvando otra Caída, purificando los pecados de la Naturaleza, mayores, sin duda, que los del Hombre. Estoy en Orzeán, nombre de un monasterio que no está en los mapas. Un monasterio del Norte, escondido de las visitas de los que no buscan en su interior. Un lugar lleno de leyendas pero que se alimenta de la seguridad de la búsqueda, que se edifica con los sueños y las esperanzas. Cualquiera diría que es un lugar de huida. Y sí, lo es. Un lugar donde nada ni nadie llega. Sólo aquello y aquellos que llevas en la memoria, lo que permanece en la difusa y concreta memoria de los recuerdos.

Orzeán es un lugar donde la temperatura es siempre la deseada. Hay, cada mañana, una ligera brisa que acompaña al sol. Y, cada tarde, una ligera llovizna que se desprende de las nubes. El clima cambia según lo miras, según lo vas haciendo tuyo, según te pertenece. No se como he llegado hasta aquí...¿Me dejó caer un pájaro en un sueño? ¿Me aferré a su existencia cuando estaba a punto de dormir en la Nada? Orzeán es un lugar donde nada se explica, nada se recurre ni se lamenta. Quizás es la antesala del Paraíso, o es el Paraíso mismo. Dicen las inscripciones del Libro de Horas que es lugar de irás, mas del que nunca regresas. Pero mi mente es fuerte y se que podré volver al camino anterior con sólo desearlo. Aunque el deseo sea una batiente contra la que hay que probar las intenciones. Tendré que volver, sin duda, tendré que volver. Salir de mi pequeña celda luminosa, de las estrechas pero amplias paredes de mi celda, para regresar al mundo. Sólo porque desearé comunicar estos escritos para que no habiten únicamente en ese interior que ahora mezclo y difumino con el exterior.

En Orzeán no hay luz eléctrica y estas notas y reflexiones necesitarán el archivo de la permanencia, la frágil permanencia de una carpeta de ordenador. Permanencia, qué extraña palabra para quien está de paso. Qué extraño anhelo de una Humanidad que se va, que se está yendo siempre, que jamás se queda. Y que jamás se quedó, pues la conciencia - la consciencia - es nuestra única seña de identidad y se pierde en la disolución y el vacío cuando abandonamos - o nos abandona - la existencia. No, se que no me quedaré siempre en Orzeán pues llegaría a perder la razón, como le ocurrió a Wittgesntein cuando se aisló del mundo.

En un arco a la entrada al monasterio hay una frase grabada en la piedra: “Ora et labora”. Ora es el pensamiento, labora es la escritura. Yo ahora sigo esta máxima de Orzeán, la regla de la orden de San Benito que levantó sus muros: trabajo y rezo. No a ningún dios, sino al misterio y la esperanza. Y trato de alejar la amargura de la incomprensión y las sombras que, fuera de aquí, consumen nuestras vidas.

sábado, 19 de junio de 2010

VIAJE INTERIOR Y EXTERIOR

Hace muchos años, de adolescente, visité por primera vez el Monasterio de Samos, en Galicia. Me pareció un lugar mágico. Un lugar donde el silencio y el recogimiento eran unos buenos compañeros de estancia y de viaje. Allí… algo cambio en mi vida. Una voz, mi propia voz , me dijo: “Vuelve aquí cuando lo necesites. Cuando necesites la soledad y la paz para ordenar tu existencia”.
Ha sido un largo invierno. Un tiempo donde el porvenir parecía no existir y el presente fue un largo camino donde hubo que reordenar, continuamente, los acontecimientos. Más de un día y otro día el horizonte era una maleta de plomo que apenas podía levantar. Y en esa maleta estaban mezclados obligaciones, tareas, y sueños. Y, al ir mezclados, los sueños se diluían adyacentes a las tareas. El ordenador ha sido, durante este tiempo, vía y camino, interior y exterior. Un amplificador de mi alma, constante en sus aprecios, constante en sus encuentros. Pero es un ordenador que no anda sólo, no es portátil. Tiene paredes fijas a mi casa, al lugar donde normalmente habito y trabajo la escritura. No viene conmigo, no puede hacerlo, el pobre no se puede mover. De esta forma, en este viaje que ahora emprendo, tendrá que esperar mi regreso. Si en Samos hay algún compañero movible que me preste, por unos momentos, su teclado, me asomaré a la ventana de lo necesario. Si no es así, haré incursiones premeditadas, confortado por los cantos gregorianos, desde algún pueblo cercano. Siempre me gustó esa palabra, gregorianos. Yo asociaba estos cantos, además de a la paz de espíritu, no a los del religioso que les da nombre, sino a los de Gregorio Samsa, el personaje de Kafka en La Metarmofosis que fue, a su vez, junto con su autor, personaje de uno de mis primeros relatos cortos de uno de mis primeros libros, Porlock, escrito en Inglaterra a la infinita edad, cronología prefiero decir, de veintiun años, y publicado hace tiempo. Sí, definitivamente mi Fujitsu se queda anclado y me esperará. Como todos mis escritos, acumulando esa mezcla final que será mi novela acabada e inacabada a la vez, que lleva por nombre La Espera, ese titulo completo e incompleto que puede que cambie, como cambia todo, como cambiamos todos también.
No, este no es el segundo capítulo, ningún capítulo, ¿o sí? , de ese libro. Esto es una página de mi impenitente Diario Sublunar, la 234, que escribo y se reescribe constantemente desde las perspectivas y las coordenadas de ahora, de hoy, que no dejan de ser mis perspectivas de siempre, sólo que más dañadas, aunque también más sabias. ¿Literatura y, por tanto, irrealidad? ¿O confesión y por tanto, realidad?. No, no creo que nos pongamos de acuerdo, ni siquiera creo que me ponga de acuerdo conmigo mismo. De hecho todo es una huida. Una huida, física o mental, que se vierte al papel, también real o imaginario, por donde transcurre nuestra existencia. Nuestra existencia de escritores, autores, constatadotes, viajeros, testigos, prisioneros y héroes.
Cuando esté en Samos, probablemente, la comunicación con el mundo exterior, con los otros, cese por algun tiempo, aunque no habré desaparecido.
Es curioso, las habitaciones y estancias de un monasterio se llaman celdas. Y, sin embargo, en ocasiones, son celdas para la libertad.

sábado, 29 de mayo de 2010

LA ESPERA

“Al final vio cómo el dinero se convertía en agua de mar. Agua de mar que se escurría por un sumidero, empapando la arena imaginaria de una playa infernal. Y cada vez que la tierra se tragaba el agua, un humo gélido se desprendía del agujero por el que desaparecían todos sus sueños. Lo peor de todo es que no era un sueño. Se encontraba en una cámara oscura de enormes dimensiones en la que un tribunal de feriantes macabros y manipuladores se entretenían en hacer juegos de magia. Sus risas contrastaban con los sonidos que se escapaban de las celdas que, sin duda, se encontraban debajo. Allí mismo se podían escuchar diferentes lamentos y peticiones. Desde voces de adolescentes, a ancianos buscando a Dios el sordo. De vez en cuando, flashes de una película de lava ahogando a un cervatillo,o los ojos fijos en una muralla de cristal de una muchacha conservada en polvo blanco de estrellas, sobrevolaban la estancia. “Sigue...sigue, es cuestión de suerte - parecían decir los alguaciles - nosotros también fuimos como tú y ahora disfrutamos de una relativa buena posición. Se trata de saber engañar, de olvidar la conciencia como un residuo molesto y, sobre todo, de convencerse de que la lucha contra el Poder es una guerra perdida.”

Salió del banco con la sensación de que era un imbécil. Preocuparse de la imagen que podía dar al apoderado por no pagar la cuota del préstamo era un chiste. “Se trata de saber de qué lado de la raya estamos” le había dicho el director ante su primer incumplimiento. “Y usted y yo estamos de este lado de la raya, ¿verdad?”. Pensó en el lado de los muertos, el de los afectados por el huracán Mitch, o el de las víctimas del terremoto de Haití. Pensó en los miles de cuerpos retorcidos bajo el napalm y las bombas arrojadas por los aviones de los mercenarios de los gobiernos de Oriente y Occidente y empezó a vislumbrar que el lado del directivo bancario y el suyo no eran coincidentes. Una sonrisa idiota le permitió llegar hasta la puerta a duras penas y ni siquiera alcanzó a responderle. Salió corriendo pretextando un súbito dolor en un costado antes de que le dijera: “Cuídese y...espero que, en unos días, resuelva la situación”.

Pero la arena seguía tragando el agua lenta y sumisamente y quedaba un húmedo reflejo sobre la superficie, que era como la huella de lo que no poseía. Miraba al cielo y se decía: “Es azul. Es azul y está ahí, seguro que más cerca de lo que parece. Y esas extrañas nubes...” Sabía que el enorme habitáculo en el que había creído encontrarse no era real, sino una superposición que pretendía destruir su esperanza. Pero la inteligencia aplastaba los escasos intentos de futuro que alimentaban su resistencia.

Mientras, un enorme pájaro descendía del cielo a gran velocidad, como un mensajero, para llevarle, definitivamente, al círculo de la nada. Buscaba el llamado amor y sólo veía impotencia, buscaba la llamada amistad y una estentórea risa golpeaba sus tímpanos. Y, mientras tanto, el pájaro se acercaba amenazante, con sus afiladas y enormes garras, para cogerle de las solapas y llevarle al reino de nunca jamás.

Ya no le quedaban palabras para defenderse. Su escudo de pensamientos no le protegía más. Era como una masa de gelatina que se fundía con su antebrazo y le convertía en un inválido. Se acordó de Don Quijote y de todos los caballeros de buena voluntad y vio cómo los cuerdos ganaban siempre la batalla a los locos, y cómo la maldad no conocía ni compasión, ni límite continuado de incidencia.

Quiso agarrarse a las nubes, sabía que, aunque de algodón, eran su único asidero, el único lugar donde esconderse. Se acordó de la huida del capitán Jason en Master and Comander y de cómo la niebla le ayudó a escapar de la Fragata Negra cuando su navío estaba ya rendido y desarbolado. Se acordó del valeroso grumete que, con el brazo arrancado por la pólvora, aún confiaba en su capitán. Pero, ¿ por qué iba a ser él como Jason, por mucho que le incitara a ello el último libro de autoayuda que recordaba haber leído?. ¿Debía identificarse con Jason o con el esperanzado grumete?. De pronto se dio cuenta de que no le quedaba tiempo para el análisis. El pájaro clavó sus manos en su espalda y se elevó con él hacía el horizonte antes de que pudiera entrar en las nubes. El mar de la duda y la incertidumbre seguía a sus pies, calando un infinito agujero en la tierra y él, inerte y vencido, volaba hacia lo desconocido.

¿Era la muerte el destino del pájaro?. Nunca lo supo. Porque al llegar a la altura de su pasado le dejó caer en el aire. Y mientras caía, lenta, muy lentamente, las lágrimas llenas de preguntas sin contestar inundaron la visión de sus ojos a la vez que su mente se nublaba y buscaba, entre los resquicios del aire, una brizna perdida de esperanza.”

jueves, 27 de mayo de 2010

PERSPECTIVAS DIFERENTES

- Te amo tanto... que no puedo vivir sin ti.
- Y yo te amo tanto, tanto... que puedo vivir sin ti.

( Este tercer relato dialogado señala dos pensamientos opuestos y tremendamente sencillos. La forma verbal es la misma. Los significados no. Con este texto pongo fin a esta triada de nanorelatos que han utilizado el dialogo simple de dos personas con frase de entrada y contestación)

jueves, 20 de mayo de 2010

CONTRADICCION CONSECUENTE

- Estoy pensando en suicidarme...porque no quiero vivir.
- Yo también estoy pensando en suicidarme. Porque no quiero morir.

(Este es el segundo de los relatos mínimos basados en diálogos de dos frases. Hasta ahora se habían hecho nanorelatos basados en una frase que suponía una situación, una descripción de un hecho o un suceso, o una reflexión con un paisaje de fondo. Aqui quiero hacer que la propia vida (elíptica) sea el paisaje. Y que el suceso sea lo que pasa por el corazón y la mente de los personajes, los que hablan, los que dicen. Uno quiere irse porque detesta vivir. El otro no puede soportar la idea de la muerte...de tanto que ama la vida.
Pero, como díría alguno de mis críticos, ó incluso yo mismo: no expliques nada Port...el lector saca sus propias conclusiones. El lector es inteligente y sensible. Los tuyos parece que lo son)

lunes, 26 de abril de 2010

MICRORELATO MÍNIMO DIALOGADO

- Hola, me llamo Jaime. Soy escritor.
- Hola, me llamo Luis. Soy hablador.

REFLEXION A MODO DE EPÍLOGO.
Este relato tiene connotaciones, desde mi punto de vista, obvias.
Y sobre todo, profundas. Es un relato anti-ego, que nos conviene leer despacio, detenidamente, a los que escribimos, sobre todo a aquellos que creen que escribir es algo que está por encima de otras cosas, que entraña prestigio (?) en nuestra sociedad y una aureola de distinción.
Esto, sin duda, fue así en otro tiempo. En aquél en que los escritores pertenecían a una elite y formaban, prácticamente, una casta.
Hoy hay tal abundancia de escritores que pienso que deberíamos profundizar en el contenido de este relato: una vuelta al realismo, que yo llamaría “realismo desnudo”, y que se caracteríza, además, en este caso, por ofrecernos una narración ácida, sarcástica, lacónica, con las palabras exactas para lo sugerido y que nos hará reflexionar sobre nuestra idiotez al pensar que somos merecedores de gloria y alabanza y no darnos cuenta del ridículo que supone que el que escribe se considere un elegido de los dioses, un ser especialmente valioso y digno de las más altas consideraciones.
Y bien que lo siento, porque yo también soy escritor.

viernes, 9 de abril de 2010

NO FUERON TUS MANOS...

No fueron tus manos, sino las mías las que ganaron la pelea, a pesar del triunfo que te adjudicaron los jueces, Charlie. Estaba claro que, hiciera lo que hiciera, los apostadores no iban a perder su dinero y el “tongo” estaba decidido. Y no será porque no te puse un ojo a la funerala y te salté tres dientes, pedazo de burro, porque boxear, hijo, de lo que se dice boxear, no tienes ni puñetera idea… ¿Cómo es posible que estés imbatido en tus veinte peleas anteriores y diecinueve de ellas las hayas ganado por K.O.? Sí, llevas camino de disputar el Campeonato del Mundo...pero eres un lerdo, un soplagaitas que no tienes dos sopapos… Eso sí, se acabó la sonrisita y el guiño a las nenas al subir al ring, porque, con la manta de golpes que te di tienes para una reparación en regla… a pesar de que te lleven al mejor esteticista. Te dejé hecho un cromo… que sí, hombre, que sí, que no me dio la gana aceptar “vuestra” oferta, ni tampoco me dieron miedo las amenazas… Que una cosa es lo que dijera mi manager al concertar la pelea… y otra lo que pensaba yo en mis adentros. Que era mi último combate, que me podía llevar un buen pellizco, que, de todas formas, iba a perder, que vete tú a saber qué pasa con mi futuro, gansters,
que sois unos gansters… Pero como estoy sólo y poco me podéis quitar, sólo la vida, pues mira, me di el gusto de tirarte cuatro veces a la lona mientras en tu rincón no se creían lo que estaban viendo. Eso sí, aguantaste hasta el final. Y es que ya no soy el de antes. Hace unos años te habría tumbado y ni te habrías podido mover en el primer round. Ahora, con casi 40 años, no pego igual… pero vamos, que si no llega a ser por la compra de los árbitros ya me dirás tu como ibas a ganar… si ni me rozaste. Ya ves: algunos periódicos hablan de inhabilitación para los árbitros, de repetir el combate. Pero yo sé que no lo vais a consentir, que fue mi última pelea. Eso sí, cuando alguien te pregunte quien te ha cambiado la cara diles que fueron mis manos, las mías, las de Bob Acuña, un viejo, ya ves, pero que al que no le compra ni su padre.

Port