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domingo, 26 de septiembre de 2010

LA COMUNIDAD DE ORZEÁN

Resulta que Orzeán no es un lugar aislado. Sí, está entre las montañas de la mente y los ríos del corazón. Y su arquitectura es de piedra. Alrededor hay vegetación y quietud. Pero está lleno de vida. Porque, aunque sea un monasterio en el que se respetan las reglas del silencio, entre sus paredes habita una comunidad de seres humanos, hombres y mujeres, que, con sus pensamientos y actitudes, llenan de esa vida los viejos muros que contienen su espacio.
Hay un abad en Orzeán. Se llama Santiago, como el Apóstol, el que trajo a Hispania un nuevo mensaje guiado por las estrellas y se detuvo allí, en el Campus Stellae, seguramente más vacío, entonces, de viajeros y peregrinos. Es un monje tenaz y sabio, respetado y querido por el resto de los que allí habitan.
La comunidad de Orzeán pertenece a la orden benedictina, como ya sabéis por mi anterior entrada, y sigue la máxima “Ora et labora” aunando ambos conceptos en uno sólo: la escritura. Ahora me tiene a mí de transcriptor. Y de testigo de su existencia.
Un papel que conlleva una hermosa recompensa: los mensajes recibidos de dentro y de fuera de su ámbito. Ellos la recrean continuamente.