Enlace a Netwriters Index

sábado, 19 de junio de 2010

VIAJE INTERIOR Y EXTERIOR

Hace muchos años, de adolescente, visité por primera vez el Monasterio de Samos, en Galicia. Me pareció un lugar mágico. Un lugar donde el silencio y el recogimiento eran unos buenos compañeros de estancia y de viaje. Allí… algo cambio en mi vida. Una voz, mi propia voz , me dijo: “Vuelve aquí cuando lo necesites. Cuando necesites la soledad y la paz para ordenar tu existencia”.
Ha sido un largo invierno. Un tiempo donde el porvenir parecía no existir y el presente fue un largo camino donde hubo que reordenar, continuamente, los acontecimientos. Más de un día y otro día el horizonte era una maleta de plomo que apenas podía levantar. Y en esa maleta estaban mezclados obligaciones, tareas, y sueños. Y, al ir mezclados, los sueños se diluían adyacentes a las tareas. El ordenador ha sido, durante este tiempo, vía y camino, interior y exterior. Un amplificador de mi alma, constante en sus aprecios, constante en sus encuentros. Pero es un ordenador que no anda sólo, no es portátil. Tiene paredes fijas a mi casa, al lugar donde normalmente habito y trabajo la escritura. No viene conmigo, no puede hacerlo, el pobre no se puede mover. De esta forma, en este viaje que ahora emprendo, tendrá que esperar mi regreso. Si en Samos hay algún compañero movible que me preste, por unos momentos, su teclado, me asomaré a la ventana de lo necesario. Si no es así, haré incursiones premeditadas, confortado por los cantos gregorianos, desde algún pueblo cercano. Siempre me gustó esa palabra, gregorianos. Yo asociaba estos cantos, además de a la paz de espíritu, no a los del religioso que les da nombre, sino a los de Gregorio Samsa, el personaje de Kafka en La Metarmofosis que fue, a su vez, junto con su autor, personaje de uno de mis primeros relatos cortos de uno de mis primeros libros, Porlock, escrito en Inglaterra a la infinita edad, cronología prefiero decir, de veintiun años, y publicado hace tiempo. Sí, definitivamente mi Fujitsu se queda anclado y me esperará. Como todos mis escritos, acumulando esa mezcla final que será mi novela acabada e inacabada a la vez, que lleva por nombre La Espera, ese titulo completo e incompleto que puede que cambie, como cambia todo, como cambiamos todos también.
No, este no es el segundo capítulo, ningún capítulo, ¿o sí? , de ese libro. Esto es una página de mi impenitente Diario Sublunar, la 234, que escribo y se reescribe constantemente desde las perspectivas y las coordenadas de ahora, de hoy, que no dejan de ser mis perspectivas de siempre, sólo que más dañadas, aunque también más sabias. ¿Literatura y, por tanto, irrealidad? ¿O confesión y por tanto, realidad?. No, no creo que nos pongamos de acuerdo, ni siquiera creo que me ponga de acuerdo conmigo mismo. De hecho todo es una huida. Una huida, física o mental, que se vierte al papel, también real o imaginario, por donde transcurre nuestra existencia. Nuestra existencia de escritores, autores, constatadotes, viajeros, testigos, prisioneros y héroes.
Cuando esté en Samos, probablemente, la comunicación con el mundo exterior, con los otros, cese por algun tiempo, aunque no habré desaparecido.
Es curioso, las habitaciones y estancias de un monasterio se llaman celdas. Y, sin embargo, en ocasiones, son celdas para la libertad.