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viernes, 25 de octubre de 2013

FARO


Levanto la mano y toco el aire de la tempestad. Me hace daño su fuerza incontrolada, su deseo de abatir mi resistencia. Entre la niebla, mi luz intermitente ayuda al  intento de permanecer, de no rendirse. Encendido, a pesar de mi soledad, soy la única referencia de los marineros que están lejos de tierra. No puedo dejar que se apague mi luz, porque la esperanza de los que la observan ya no me pertenece. Inmóvil, silencioso, alargo el brazo para tender un puente de vida sobre el agua.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Gracias a la fuerza interior y a la claridad oscura.


Vuelvo a las palabras de “El anacoreta”: “No tener que vivir nunca de lo aprendido”. No tener que vender el conocimiento ni el interior de ti mismo. Pongo en palabras, una vez más, el intento continuo de sobrevivir en vida, es decir, en una existencia con sentido y conciencia de uno mismo y de la energía luminosa de los sueños. En el camino encuentras faros de apoyo: unas palabras, unas fotos, un acto de magia -determinación, fuerza y deseo -y el calor de la niebla confundida con el anhelo de encontrar y ser el sentido final de todo esto”

(Nuevo capítulo de Diario de un sublunar)

viernes, 21 de junio de 2013


BANDERAS ROTAS

No sé cómo ni cuándo habían acabado todas mis batallas. Tampoco sé cómo he llegado hasta aquí. La Plaza Roja de Moscú luce en todo su esplendor. No es el 17 de Octubre, el Aniversario de la Revolución, ni la conmemoración del nacimiento de Lenin. Es, simplemente, Navidad. La gran galería comercial que da al centro de la Plaza está llena de luces y estrellas intermitentes y la catedral de San Basilio muestra toda la belleza  de sus cúpulas orientales. Una enorme variedad de gente pasea por este gran trapecio a cuya espalda está el Kremlin. Y la pequeña Iglesia de Nuestra Señora de Kazán deja ver la inmensa congregación de fieles en sus oficios. Hace un frío helador y una fina capa de nieve cubre los tejados. En eso nada ha cambiado. Tampoco en la música que se escucha por los altavoces, Katyusha, solo que ahora mezclada con villancicos y un peculiar Noche de Paz tocado al acordeón. La gente pasea confiada y compra regalos. Todos vienen y van con sus cajas envueltas en papel dorado con campanitas y trineos, o de colores vivos con otros adornos propios de la época. Todo es un inmenso mosaico de sonrisas e ilusiones alrededor del mausoleo de Vladimir Ilich, mezclado ahora con iconos de vírgenes de culto renacido. Pero yo me mantengo fiel a mis convicciones. No se estila, están arrumbadas en un pasado del que nadie se reconoce ahora hijo, aunque lo sean, todos lo somos. Hijos de la Revolución, del mayor hito vivido en el siglo XX, hijos de los sueños y de esa cultura que aprendimos a conocer y amar. Mi Rusia… mi Rusia sigue viva. Ellos no lo saben, pero detrás de sus celebraciones está la sangre generosamente derramada de los que cayeron en Stalingrado y, antes, en todas las fronteras de nuestra amada tierra. Ellos tampoco saben que el mayor intento de justicia universal que una vez hubo sale del corazón de ese himno que solo algunos nostálgicos cantamos, esa Internacional que hablaba de levantarse a los parias de la Tierra, a los que nada tenían, salvo su destino de miseria y  muerte.
Yo ya no tengo más que años encima. Y mi gorra y mis insignias viejas. Esas hoces metálicas y esos martillos cruzados que todavía luzco orgulloso en la solapa mientras vendo banderas y signos de otro tiempo en estos días que ellos llaman de la Rusia libre. Sí, yo también soy libre aquí. Puedo vender mi memoria, mis recuerdos guardados en esta caja de madera, mis medallas oxidadas que la gente compra como souvenirs, como si la efigie de Stalin fuera la de un muñeco, y pensando que "el padrecito" fue igual de cruel y malvado que Hitler. La gente joven tiene ahora su visión de la Historia. Yo sé que se equivocó, que su modo de actuar, después de salvar a nuestra Unión Soviética e impedir la destrucción de Europa, no fue aceptable, pues las muertes y los daños a inocentes nunca pueden serlo. Pero quiero creer que no es lo mismo. Necesito creer que no es igual un asesino de judíos que un iluminado que busca el paraíso en la Tierra para las generaciones futuras. No, no soy de Stalin, nunca lo fui, pero fui y sigo siendo marxista-leninista. Sé que soy de un tiempo atrás, de un tiempo casi olvidado. Soy de los que creen que Cuba no es un terrible error, de los que piensan que ahora China es una esperanza para el futuro porque Mao hizo la Gran Marcha y consiguió que ningún ser humano que naciera en aquel país muriera, como antes ocurría, de inanición. Que era necesario tener arroz, saciar el hambre y dar instrucción a todos, antes que hablar de libertad, de falsa libertad formal...

- Esa insignia plateada… ¿cuánto cuesta?
- Diez rublos, señor…

No, no soy un nostálgico, ni estoy ciego. Estamos bien así. La mayoría quería volver a rezar a sus ídolos, cantar en las misas del gallo, poner cirios a San Nicolás, está bien así. Los coches de lujo, cierto es, también los tenían los jerarcas del partido. Y no había esta alegría, no. Cierto es. Pero a mí me queda ya poco de vida. Y mi memoria aún sigue fuerte y estoy mayor para cambiar de causa. La mía está perdida para siempre. Pero nos hizo soñar.

- ¿Y esa otra?
Diez rublos, señor, diez rublos también...

miércoles, 22 de mayo de 2013


PENSAR

Pensar, decía un conocido filósofo de nuestro tiempo, es importante para vivir. No especular, no pensar sobre lo insondable, aquello que no nos es dado poder resolver. Pero sí pensar en lo que tenemos y en lo que no tenemos, en cómo se hace el camino, cual es el nuestro, cómo podemos movernos sin dejar de respirar, cómo contribuir a que el planeta se mueva con justicia, paz y armonía, sin que nos arrolle en sus giros, cómo respetar a los otros y que los otros nos respeten, cómo convivir y, a la vez, no dejar que las costumbres o los comportamientos sociales nos aneguen. Pensar para vivir. Para ser. Para poder ser. Analizar para elegir nuestro espacio y conservarlo. Esa habitación propia exterior e interior, tan necesaria - aunque sea pequeña - para desarrollar la existencia en libertad, sin olvidar ( no hay que llegar a la anulación, pues todo entonces sería inútil ) la solidaridad. Pensar es plantearse qué sí y qué no. Pensar es, una vez que, irremediablemente, estamos dentro de la vorágine del mundo, qué nos vale de él y qué nos sobra.

domingo, 31 de marzo de 2013

LA ÚLTIMA LUZ

Un viento helado sostiene el muro de la incertidumbre.
El frío mantiene y dicta un tiempo de silencio.
No existe ya el paisaje. Solo las marcas ausentes
de la vida. El paisaje grita, pero nadie le escucha.
Una capa de nieve, más amplía que la atmósfera,
cubre al guerrero derrotado. El escudo, metálico,
protege lo que queda debajo de sus sueños.
Aún late el corazón, aunque despacio. 
Lentamente los ojos miran al horizonte.
Una pequeña luz, al borde del océano, 
intermitente, avisa de que no todo está perdido.
Es la palabra callada del agua, el faro de los peregrinos,
que señala una línea infinita hacia el lugar 
donde encontrar respuesta a lo perdido.

domingo, 27 de enero de 2013


"En los millones de años de la vida - la eternidad -  que a unos les queden dos vueltas del camino o dieciséis es completamente irrelevante. Lo único que importa es ser conscientes de cuales son las vueltas que nos convierten en seres infinitos y cuales no. Infinito no en el término de duración, sino de intensidad" (David Nihalat )

  "Si la vida no es un camino...es solo una espera inútil"  

                                                    (David Nihalat)

lunes, 7 de enero de 2013

DÍAS DE NIEBLA

Hay días que se resisten a salir de la nebulosa primera y entrar en nosotros.
No es por nosotros, es por la nebulosa.
A esos días hay que mirarlos de frente, pero poco a poco. 
No jugar con sus sombras, sino esperar a que las sombras se despejen.
Que la niebla de la extrañeza levante.
Que el frío se deshaga.
Que el calor interior sea más fuerte que la helada sensación de la nada.
Uno de esos días era hoy. 
Pero poco a poco he ido entrando en los otros significados.
Los puentes en que se posan los pájaros en la cabeza y luego nos permiten volar.