viernes, 25 de octubre de 2013
FARO
Levanto la mano y toco el aire de la tempestad. Me hace daño su fuerza incontrolada, su deseo de abatir mi resistencia. Entre la niebla, mi luz intermitente ayuda al intento de permanecer, de no rendirse. Encendido, a pesar de mi soledad, soy la única referencia de los marineros que están lejos de tierra. No puedo dejar que se apague mi luz, porque la esperanza de los que la observan ya no me pertenece. Inmóvil, silencioso, alargo el brazo para tender un puente de vida sobre el agua.
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Hace tiempo escribí un poema, "Alejandría", cuyo último verso, la línea final, dice así: "La luz del faro, sigue ahí" Hoy, en tiempos difíciles y complejos, el deseo de permanecer contra viento y marea continúa alumbrando mi cotidianidad, unos días con más cansancio y otros con menos, pero siempre intentando que la luz no se apague. Un modo de conseguir que siga viva es escribir. Este texto es solo un poco de energía acumulada para intentar lograrlo.
ResponderEliminarNuestros ojos siempre buscan lo cotidiano, lo "nuestro". Nuestro faro, nuestra estrella, nuestro libro, nuestro sillón ... cuando se apaga una sola luz ... disminuye la claridad. Gracias por seguir.
ResponderEliminarGracias, Angelines, por acercarte a esta página. Por tus palabras. Por ayudar a que el horizonte se mantenga firme delante, sin olvidar la memoria de lo que, desde atrás, nos ayuda también a seguir.
EliminarExisten muchos faros en el mundo. El de los profesores, los padres, los escritores, los niños. Unos y otros poseen una tonalidad propia, algo que les hace especiales. Conocer esa singularidad y practicarla sin restricciones es casi un deber moral.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Jose Antonio, por acercarte a este faro. Uno más, aunque, en este caso, el faro sea personal e intransferible en su escritura. y compartible en su observación y lectura. Gracias por esas líneas tan didácticas y llenas pensamiento positivo. Un fuerte abrazo.
EliminarPero los faros nunca deben perseguir a cada barco para tratar de salvarlo. Si lo hiciesen, muchos otros naufragarían.
ResponderEliminarEsa es la más terrible de las causas de la soledad del Faro.
Esta es una de las pequeñas y grandes tragedias de la vida: que nos encantaría salvar y salvarnos más allá de nuestras posibilidades. Gran comentario, Manuel. Qué pena que las cosas no sean de otra forma a veces. No tener más fuerza... y más tiempo, no tener tantos límites, incluso físicos. Un gran abrazo.
EliminarHola Emilio, ahora que me adentro en El amuleto, me apeteció leer alguna otra cosa tuya. Este faro me gustó, me recordó a este cuento breve de Elena Poniatowska.http://narrativabreve.com/2013/11/cuento-breve-elena-poniatowska-estado-sitio.html
ResponderEliminarMe ha encantado que entres en mis blogs, bueno, al menos en uno, y no perder el contacto. Ya sabes lo que pienso de ti como escritora y sobre tu horizonte como autora. Elena Poniatowska, ahí es nada :-) No había leído su relato y bueno, son diferentes, pero comprendo que hayas encontrado relación. Me gusta la buena literatura y ella, sin duda, la ejerce. Y también desde el punto de vista humano es una escritora que me interesa. Me alegra mucho no perder el contacto. Seguimos interactuando, Carmen :-)
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