Entrar diariamente, y sin miedo, en la jaula de los leones, que es el planeta, requiere entereza y seguridad. Requiere valor, requiere saber donde estás y como moverte. Y, sobre todo, requiere tomarse una taza interior de adrenalina – la droga más legalizada y fácil de conseguir pues la produce nuestro propio cuerpo – que nos permita estar atentos y, a la vez, sentir que tenemos detrás de nosotros todo un mundo de energía que nos permite afrontar lo que nos echen. Dicen que, en las batallas, no hay tiempo para pensar, solo para ejecutar la tarea de la supervivencia. En las guerras las enfermedades bajan y la Primavera ni se nota. Es más, se aguantan los inviernos y las heladas como si el clima fuera el de una playa tropical. ¿Hambre? ¿Qué es eso? ¿Sed? Nada, hombre, nada, se aguanta perfectamente ¿Dolor físico? Pues no hay problema: incluso con una bala a la altura del corazón te arrastras hasta el refugio más cercano. Pero no, no se trata de ese tipo de guerras: se trata de la vida, de nuestra vida diaria, con picos y valles, con conflictos interiores y exteriores. En esa vida, la adrenalina no es un peligro: es una compañera fiel que nos empuja a arrostrar los problemas como si no lo fueran, que nos dice: “Amigo, o te levantas...o te has caído con todo el equipo” Y claro, si uno no es del todo tonto, sabe que, el equipo – impedimenta se llamaba en latín al tema y aún en alguna lengua romance – termina por hundirte, por muy bien que nades, si no sabes desprenderte de él y llegar a la orilla. Esa orilla que, normalmente, a pesar del esfuerzo realizado para alcanzarla, no te permite descansar del todo. Porque en ella se asienta el circo y tu puesto no lo decides tú, sino el dueño de la carpa. Y, como se empeñe en que te toca hacer de domador…o de payaso, lo tienes claro. A hacer la función, que hay que ganarse el sustento. No queda otra.
Emilio Porta
Mira el mundo, mira a tus amigos, a los más cercanos y a los más lejanos. Es Primavera y, sin embargo, hay que seguir luchando. Amando la vida, que, de vez en cuando, te ayuda a soñar, a desear vivirla. Con cosas que suceden positivas en medio de todos los desastres. Sí, hay que empujar el barco, tu barco, el de todos. Y conseguir la mejor navegación. En mi otro blog escribía que la luz simbólica del Faro ( cada uno tenemos nuestros personales faros, aunque la frase estaba sacada de mi poema Alejandría ) seguía ahí. Si, ese es el tema: la luz, la claridad. El saber quienes somos, real o irrealmente, y qué es la vida. Tratar de conocer y aprender continuamente. Para poder estar. Y poder ser.
ResponderEliminarEn unos días abriré los comentarios. Ahora estoy en plena lucha con los leones, los míos interiores y los de fuera, intentando hacer mi trabajo, intentando mantener la función que me toca. Me gusta contestar los comentarios, me gusta dialogar e intercambiar, compartir y empujar los sueños. Se que a esta entrada le podríais añadir muchas cosas. Lo haréis, el que lo desee, en unos días, cuando despeje un poco el camino.
ResponderEliminarMientras, dejo la puerta entornada, un poco a la espera. Para poder hablar más tranquilos, más tarde. Un saludo a todos.
Port
Se acerca un tiempo en el que cambia casi todo. Cada día hay más luz...y, al mismo tiempo, el cansancio de la Primavera sustituye al letargo del invierno. Silencio. "Tiempo de silencio", dijo Luis Martin Santos, en una de las grandes novelas españolas del siglo XX y también el Eclesiastés habla de un Tiempo de Amar y otro de nacer y de morir. Esa palabra, tiempo, encierra la clave de nuestras limitaciones, de las limitaciones de lo que medimos como transcurso.
ResponderEliminarPero volvamos a lo que queríamos decir: El tiempo de amar debería ser el de vivir y hacer vivir. Si tan solo si supiéramos mirar mejor...lo conseguiríamos. Mirar y aceptar la existencia y, a la vez, poseer esas claves de la aceptación de cualquier regalo que se nos de o nosotros podamos dar.
Yo, antes, solo deseaba escapar a Orzeán, que es un poco como Samos y su monasterio. Ahora se que puedo estar, indistintamente, en ambos, sin moverme de mi interior.
El Circo, es un circo la vida? La vida es ruido. Y el silencio puede estar en el más espantoso ruido. Solo cerramos los ojos y abrimos el alma. Entonces soñamos, volamos. O nos instalamos en Orzeán.
ResponderEliminarSaludos muchos.
Convertí este comentario pasado en mi blog...en una entrada en el otro, Espacio Personal de Emilio Porta, una interacción a tiempo, porque ambos blogs están enlazados. De Espacio se puede pasar a Página, aunque no al revés. Me encanta contar contigo, Luna. Siempre conté con la luna en mi vida. Su influjo me acompaña siempre. Pero no sabía que, además, ella era capaz de acompañarme con palabras escritas. Gracias.
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